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Para mí el parto es un momento único e irrepetible en la vida de una mujer, casi algo sagrado. Me gusta visualizarlo durante todo el embarazo, imaginando como me gustaría que transcurriera, pero siempre dejando una mentalidad abierta a lo que tenga que suceder. Cada bebé elige como nacer y si hay algo que precisamente escape a nuestro control es cómo evolucionará un parto. En este tercer embarazo, exploré opciones para tener un parto en el agua porque siempre había sido mi sueño y gracias a la casa de nacimientos “ Casa Laietània” lo pude conseguir.
En las semanas y días previos a la llegada de Bruno fui una mezcla de emociones: una parte de mí quería saborear hasta el último día de embarazo, pero la otra parte no dejaba de preguntarse cuándo llegaría el bebé, deseando que fuera pronto. Unos días antes del parto tuve lo que se llama un pródromo o “ falso parto”, creyendo que me ponía de parto esa noche pero las contracciones cesaron al cabo de unas horas.
La semana avanzaba y el miércoles 9 de febrero comenzó como un día más. Estaba a 3 días de mi supuesta fecha de parto y me habían dicho que el bebé venía grandecito, así que decidí caminar bastante para ver si activaba algo. Al llegar la noche mientras cenábamos comencé a notar contracciones de Braxton pero no le di mayor importancia, porque eran irregulares y no dolorosas. Alrededor de las 21:30pm decidí meterme en la bañera porque las contracciones no paraban y quería tratar de relajarme. Durante esa media hora las contracciones empezaron a ser algo dolorosas y supe que el momento había llegado. Salí de la bañera y le dije a mi marido con una sonrisa “ es hoy” y su expresión fue una mezcla de emoción y excitación.
Empecé a cronometrarlas y venían regulares cada 6 minutos, así que llamé a mis suegros para que se quedaran con mis hijas y empezamos a prepararnos. El trayecto en coche hasta allí era lo que más me preocupaba pero, para mi sorpresa, las contracciones me dieron tregua y se espaciaron entre ellas (sólo tuve un par y bastante soportables).
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El cuerpo es sabio y a la que llegamos al centro de nacimientos volvieron a retomar su ritmo con más fuerza e intensidad. La comadrona que nos atendió esa noche era Olivia, una mujer mágica con una mezcla de sensibilidad y dulzura que era justo lo que necesitaba para acompañarme en este parto. Me sentí arropada y acompañada por ella en todo momento.
Después de hacerme un tacto y ver que estaba de 5-6cm, decidimos ir llenando la bañera. Las contracciones iban en aumento y cada vez eran más seguidas, apenas unos minutos entre ellas, y necesitaba moverme para encontrar alivio. Iba alternando entre la pelota, haciendo círculos con las caderas mientras me apoyaba en el borde de la bañera, y otros ratos el cuerpo me pedía ir al suelo en posición cuadrúpeda.
Las contracciones que yo recordaba de mis partos anteriores eran como olas que vienen y van, con un descanso entre medio, pero en esta ocasión venían con tal frecuencia que apenas podía descansar entre ellas.
Trataba de relajar mi boca y mi mandíbula mientras vocalizaba, cada vez sonidos más profundos e intensos y usaba herramientas como la visualización, imaginando mi cérvix abriéndose como una flor. Repetía mentalmente afirmaciones como “ mi cuerpo sabe parir” o “ cada contracción me acerca a mi bebé” para ayudarme a mantenerme positiva.
En ese momento llegó Carolina, que venía a fotografiar mi parto y su presencia me tranquilizaba, sentía que todas las personas presentes allí estábamos en sintonía.
Empecé a entrar en “ planeta parto”, aquel lugar que sólo entienden las mujeres que han parido…ese espacio donde no hay lugar a tu parte racional, sino que conectas con tu parte más animal e intuitiva.
En ese momento haces exactamente lo que tu cuerpo necesita ya sea moverse, vocalizar, gritar, reír, llorar...y entonces llegó una contracción, tan intensa y potente que creía que me partía en dos…un grito que salió de lo más profundo de mi ser…” has roto la bolsa” me dijo Olivia. Sentí el agua deslizarse por mis piernas y como la cabeza del bebé se encajaba. Y en ese instante noté que quería empujar.
Por un lado mi mente me decía que no era posible que todo hubiera sido tan rápido, que seguramente estaba queriendo empujar antes de tiempo, pero el cuerpo me decía lo contrario, así que les dije que quería empujar.
Intenté ponerme en pie pero me fallaban las fuerzas y entre los dos me ayudaron a entrar en la bañera. Nada más entrar sentí una gran sensación de alivio con la calidez del agua.
Al principio me puse bocarriba recostada en la bañera y Pablo me sostenía por detrás con sus brazos. Hice un par de pujos en esa posición y de manera intuitiva me di la vuelta. En esa posición escuchaba a Pablo susurrarme en el oído y a las comadronas animándome (también estaba Leyre la otra comadrona que llegó para ayudar a Olivia). Oía sus voces diciendo “ recíbelo, recibe a tu bebé” mientras sentía como el bebé se abría paso a través de mi cuerpo. Cuando noté la cabeza coronar fue como un “ aro de fuego”, un profundo quemazón, pero a través de mi respiración pude acompañar el expulsivo y evitar desgarrarme. La cabeza se quedó unos segundos fuera mientras yo seguía respirando y aflojando mi mandíbula, para suavizar la salida de los hombros y del resto del cuerpo…un último pujo y Bruno salió. Lo cogí con mis manos y me lo puse al pecho sin poder controlar el llanto. Era la 1:45am del jueves 10 de febrero y habían pasado solo 4 horas desde las primeras contracciones en casa.
Me ayudaron a salir del agua y recostarme en la cama mientras nos examinaban a Bruno y a mí. Enseguida se agarró al pecho y ahí estuvo durante prácticamente una hora y media de piel con piel, esperando a alumbrar la placenta. Al cabo de ese rato, el cordón había dejado de latir completamente y Pablo lo cortó. En este tiempo la placenta no había salido, así que me sugirieron levantarme y caminar pero, nada más incorporarme y gracias a la fuerza de la gravedad, la placenta salió por si sola.
Esa noche permanecí despierta, todavía zumbando con endorfinas y adrenalina, incapaz de poner mi mente en blanco. Había sido una noche increíble. Siempre había querido tener un parto en el agua y apenas podía creer que acabara de ocurrir. Me quedé tumbada admirando a nuestro bebé mientras dormía a mi lado.
Al despertar la mañana siguiente, me sentí como si acabara de salir de un sueño. A las 12 horas de haber nacido Bruno nos íbamos los tres para casa, con un paquete de dulzura en los brazos y el corazón más lleno que nunca.
Monica Valls - @thewellco._
Fotos de @Carolina_Ferrer